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Crónicas de mi primer temazcal

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Sanacion

Crónicas de mi primer temazcal

Solía decirme a mí misma:

“Podría hacer cualquier tipo de terapia o sanación, menos un temazcal”

De solo imaginarme dentro de ese especie de mini iglú oscuro, encerrada en el calor excesivo me daba pavor y claustrofobia.

Ceremonia de temazcal

“No, definitivamente eso no es para mi”.

Y aún así algo de la experiencia me llamaba.

Sentía colgajos de piel muerta que querían terminar de caer. Sentía una parte fosilizada en mi que quería terminar de morir.

Busqué la ayuda perfecta para caer en el lugar correcto y la compañía de otra alma aventurera que se animara a entregarse a lo que pudiera suceder y juntas emprendimos el viaje.

La noche anterior tuve un sueño de lo más simbólico:

Soñé que conversaba mi mamá (que ya no está en este plano) y le contaba que estaba por hacer un temazcal; que para mi era hora de soltar muchas heridas que me unían a ella y le daba las gracias por haberme parido, le agradecía la oportunidad de experimentar la vida y le explicaba que ahora me iba a parir la madre tierra para que yo pudiera renacer sin ataduras al pasado. Ella se ponía feliz por mi, me felicitaba y organizaba una fiesta para despedir a la antigua Inés.

Me desperté al día siguiente y decidí escribir una carta.

Una carta de despedida a aquella que iba a partir.

“hoy es un gran día para morir porque es un mejor día para renacer”.

En la carta despedí y agradecí a aquellas partes de mi que partirían, aquellas que me permitieron llegar hasta aquí pero que ya no eran necesarias. Me dio tristeza, si… esas partes de uno también se duelan.

Entonces llegamos.

Con el miedo entre los dientes. El miedo que tiene el poder de mostrarnos nuestro lado oscuro, de inmovilizarnos, de quitarnos libertad y coraje; y por eso mismo, tiene la habilidad de mostrarnos cuál es la puerta que debemos cruzar.

En este caso era una puerta pequeña, canal de parto, oscura y caliente. Entonces entré “por mi y por todas mis relaciones”. En la medida que el calor empezaba a subir, noté mi cuerpo cerrado; lo abrí. Más subía el calor y mi mente empezó a conversar conmigo:

“no vas a aguantar y esto apenas comienza” “mejor salte”

“te vas a desmayar “esto es demasiado” … Corté de raíz esa conversación por otra y me dije:

“Ines, viniste a morir. Viniste a disolverte en la tierra. Entrégate. Ríndete.”

Y después de recuperar mi poder me pude relajar.

Una vez presente pude percibir la magia: el aroma delicioso de las medicinas, los cantos, tambores, las risas, las reflexiones; almas quebrándose, compartiéndose. Un espacio de contención y sanación.

Pedí permiso para cantar. Quería expresarme. Canté con toda el alma y cantaron conmigo. El eco de mi propia voz me dio fuerza y poder. Entonces llegó el momento de renacer: empapada de sudor y tierra, habiendo superado el miedo y abierto mi garganta: salí a la nueva vida.

Hoy me siento ligera, poderosa. Me siento una hija de la tierra. Cada día que pasa descubro un nuevo regalo de esta experiencia.

¿Qué si lo recomiendo?
Tú qué crees…

Inés.

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